La mujer que lucha, vivirá, aunque la
médica-presidenta la deje morir
X victoria alduntate/mapuexpress 2008
Agoniza con los grilletes que la encadenan.
Los grilletes no valen nada. Pronto serán un sinsentido. No habrá a quien
engrillar, no estará la que estuvo. Te envían a lugares en donde el escarnio se
apodere de tu cuerpo como si buscaran tu muerte de una vez. ¿No ven sus ojos
estrechos, que mientras más te matan, más vives?
A su lado hay guardias que la vigilan y la
castigan por ser la que es. Guardias horrendamente vacíos de dolor por el otro,
guardias que cuando llegan a su casa besan a sus hijos y hacen el amor con la
mujer que vive con ellos, o con otro hombre tal vez, o con una novia, y se
sientan a la mesa para que su madre les sirva, y comentan que una modelo con
otra se disputan un cetro, un programa, una farándula…
Guardias que miran a la que encadenan, sin ver
a nadie allí. Guardias que cumplen con su trabajo, y para lograrlo, eligen
activar toda la carga de odio por su propia piel morena, que les heredó la
Colonización. Por lo demás, la que está allí, es sólo una mujer que les han
dicho: “es delincuente y terrorista”.
Ella no prueba alimento hace casi 100 días,
pero sí, mucha opresión, miradas lejanas de esas que siempre te señalan como
una pasada de moda luchando por cosas antiguas. Que dicen cruelmente, o
piensan, hipócritamente, que eres una mujer que quiere protagonismo y para eso
te autoinmolas. Burlas solapadas de esas que ríen con muecas atrozmente
postmodernas desde bocas indiferentes. Envidias silenciosas de aquellas y aquellos
que ya dejaron de hacer lo que tú sigues haciendo, y entonces buscan la manera
de autotranquilizarse, diciéndose que eres tú la que está fuera de contexto,
que no accedes a la verdad como ellos, que te saliste de la realidad, ya
definitivamente… (Y claro, ya sabemos que todo lo que dicen de ti, habla
más de ellos mismos que de nadie).
Pero también sabes, porque aunque torturen tu
cuerpo, tu inteligencia sigue en pie, que hay declaraciones, cientos de
declaraciones y cartas en tu favor. Miles de gentes en las kalles de este país
y de otros países, con tu nombre en el grito, repartiendo tu rostro bonito y
tus palabras: “si mi muerte sirve…”.
Son muchos besos, son muchos abrazos, son
muchas caricias que traspasan tal vez tus dolores y tus insomnios, para decirte
que no estás sola. Pero tú sabes, que a la vez, hay caminos que únicamente se
pueden recorrer sola… Aunque tú, tienes a Dios, y como dicen, debe ser madre y
padre, entonces ella-él, te acompaña. Estoy segura.
La mujer que lucha, no está sola. Hay médicas
que la han acompañado, médicas que el gobierno prefiere que no se nombren en
los informes. Mujeres cuyos nombres, la autoridad no quiere ver. Son activistas
que elevan su voz para decir verdades de ellas y de unos cuantos miles más.
También hay hombres que la acunan y la
defienden. Hombres que han ido un sinfín de veces, y han esperado horas al sol
sentados al lado de un presidente traicionado, que también, alguna vez,
prefirió morir a vivir como un esclavo.
Hombres que esperan que alguna distinguida
autoridad los reciba para no decirles nada, para no darles respuesta, para
decirles sin hablar que ella simplemente va a morir en la huelga de hambre más
larga de la historia de esta franja de tierra violada sistemáticamente, por
colonizadores, torturadores y renegados.
Y es que, La Moneda y quienes la habitan, son
así, con extrañas excepciones.
La Moneda, como su nombre lo indica, responde
al capital, a los privilegios, a la desidia y al oro imperial.
Por eso es que en La Moneda, una médica-presidenta
de esta República llamada Chile, calla ante la muerte lenta de una activista. Y
calla, cuando callar es dejar morir…
¿Puede una médica que hizo un juramento
institucional -que dicen que es muy “serio”-, dejar morir a una persona por
mucho que no comparta sus ideas y discursos?
¿Puede un médico asesorar a los torturadores
en la intensidad del suplicio, según los objetivos sean que la víctima soporte
o no?
¿Puede una mujer alguna vez luchadora por los
derechos humanos, dejar morir a otra que hoy lucha por sus derechos humanos y
los de todos sus lagmien?
¡Puede!
Así es la realidad construida en este país
aislado, y en casi todo el globo.
A menudo no coincide con la justicia ni con la libertad. Y es un dolor que cargamos quienes elegimos no cerrar los ojos ni el corazón, aunque por declararlo y accionarlo y escribirlo y describirlo, seamos burladas, encarcelados, rechazadas, asesinados, maltratadas, desautorizados. No es heroísmo, No. Es convicción. Unos ojos abiertos que ya no pueden cerrarse, que ya no quieren cerrarse, porque cerrarlos y renegar de lo que ven, sería vivir sin dignidad, sería vivir una pésima y vergonzosa vida.
A menudo no coincide con la justicia ni con la libertad. Y es un dolor que cargamos quienes elegimos no cerrar los ojos ni el corazón, aunque por declararlo y accionarlo y escribirlo y describirlo, seamos burladas, encarcelados, rechazadas, asesinados, maltratadas, desautorizados. No es heroísmo, No. Es convicción. Unos ojos abiertos que ya no pueden cerrarse, que ya no quieren cerrarse, porque cerrarlos y renegar de lo que ven, sería vivir sin dignidad, sería vivir una pésima y vergonzosa vida.
¿Puede un país viendo tevé y consumiendo lo
que no puede comprar, ilusionándose con teletones y loterías, dejar morir, sin
pena ni sorpresa, a una mujer libertaria?
¿Pueden medios de comunicación que comunican
sólo en nuestras mejores y más ignorantes fantasías, profitando de la miseria
humana, dejar morir a una mujer mapuche para luego dar la noticia y ganar
audiencia?
¡Pueden!
La cruz dorada, inquisidora y santa, la
svástica criolla, la alegría que no vino, el imperio del mall, la caja llena de
idiotas, lo han hecho y lo están haciendo.
Son castigadoras y castigadores, que alegan no
saber que una mujer está muriendo, que alegan que es “un conflicto judicial”,
“un tema delictual”, que no es posible anular un fallo, que dicen que no es
para tanto, que se lavan las manos hediondas de asesinatos y agresiones, que no
ven lo que no quieren ver, que aprendieron a no ver los que les incomoda.
Que desde ese silencio cómplice, castigan a su
víctima por haber dicho lo que ha dicho, por luchar, por creer, por no haberse
vendido ni dejarse comprar. Por hacer lo que ellos y ellas ya renunciaron a
hacer a cambio de una buena tajada de la torta neoliberal. O lo que ellos y
ellas, jamás, ni pensaron en hacer, porque la dignidad que les tocó en la
repartija es casi inexistente, y les alcanza apenas para persignarse los
domingos en la Iglesia, pero es todo lo que harán por el mundo en el que viven
sus hijas e hijos.
Castigan a la mujer que lucha por existir y
haber tomado el último camino ante el dolor y la represión…
Lo que no quieren saber los serviles, los
ciegos, los sordos, los mudos, ante la protesta, es que si ella muere, estará
más viva que nunca y aunque sus conciencias rechacen toda imagen de
autoconciencia, el nombre, la vida, la lucha de Patricia Troncoso Robles, será
tan fuerte como el Roble que le heredó su madre.
Ella, ya no puede morir ni aunque muera, sus ideas menos, su vida seguirá presente.
Ella, ya no puede morir ni aunque muera, sus ideas menos, su vida seguirá presente.
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